La polaridad perro de arriba-perro de abajo I
Cuando tenía dieciséis años, presencié una demostración de deportes vascos. Los más conocidos son el corte de troncos y el levantamiento de piedra pero, entre todos ellos, se me quedó grabado uno que no era de los más importantes, el tiro de cuerda. Nosotros lo practicábamos en el colegio en la clase de gimnasia. Dos grupos del mismo número de participantes agarran ambos lados de una gruesa cuerda y tiran de ella hasta que uno de los grupos logra mover una cierta distancia al otro. Pero lo que estaba viendo no era lo mismo que practicábamos en el patio del colegio. Siete hombres a cada lado, que debían pesar cada uno más de 100 kilos de puro músculo, clavaban sus talones en la tierra y se estiraban hacia atrás poniéndose en la máxima tensión. Durante unos minutos la cuerda no se movió ni un centímetro a pesar de la tremenda fuerza humana que empleaban los participantes. Parecía que aquello iba a durar eternamente hasta que, por fin, uno de los grupos logró desplazar al otro.
A lo largo de mi vida he experimentado mucha tensión interior al mismo tiempo que era consciente también de mi gran parálisis en la acción. El tiro de cuerda me parece una buena metáfora de esta vivencia porque refleja por un lado la cantidad de energía invertida en la contienda y por otro la inmovilidad que es el resultado de la oposición ya que, a diferencia de este ejercicio físico, la guerra entre el perro de arriba y el perro de abajo no se acaba nunca si no la hacemos consciente y trabajamos para lograr esa ansiada paz interior.
Esta polaridad nos remite a la lucha que se produce en nuestro interior entre los introyectos producto de la educación, que nos dicen cómo tenemos que comportarnos, el perro de arriba o mandón, y esa parte de nosotros que recibe esas exigencias y se resiste a cumplirlas, el perro de abajo o mandado. Podemos compararlos con un padre autoritario y un hijo rebelde. Es evidente que la relación entre estas dos sub-personalidades nos lleva al conflicto interior porque las dos quieren ganar y controlarnos totalmente. Esta pelea es uno de los motivos que más sufrimiento produce ya que va acompañada de emociones muy autodestructivas como el odio a sí mismo, el auto-desprecio o la vergüenza. Todas estas emociones se originan en la evaluación negativa que nos hacemos por no ser como nos gustaría ser.
Igual que nos pasa con las polaridades en general solemos estar más identificados con una de las partes y mantenemos inconsciente la otra. Por ejemplo, si voy por la vida de víctima es porque me identifico con mi perro de abajo y no reconozco que también soy mi verdugo. Me es más fácil acusar a los demás de ser los culpables de mis desgracias y así evito reconocer mi responsabilidad en mi sufrimiento.